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EL CANON NÓMADA O LA MELODÍA DE LAS PLÉYADES

El horizonte aclara esas huellas difusas
de carretas tiradas por camellos de nómadas.

En la noche se invierte el estrellado cielo. Es almacén de joyas, pabellón.
Un reclamo de grullas en bandadas se oye cercanamente. Su canto se desliza en el oído. Se confunden el cielo y el borde de la estepa. El movimiento suave
de carretas tiradas por camellos resuena por la noche. El constelado cielo
va frenando el giro de las ruedas de carretas, la gente acampa a izquierda
y a derecha del hato. La luna cambia a un lado o hacia el otro de aquella caravana de los nómadas. Conducen las ovejas para que formen círculos enfrente del ganado. Es el antiguo canon de todo nomadismo.

En el fuego de loto, lazo único
Resplandece un manojo de mil flores.

Una llama. El calor dorado de las chispas remonta más allá de las estrellas.
En lo más alto un loto de áurea luz está abriendo sus pétalos y piensa en el pasado con anhelo tal si fuera palpando su descenso hasta sobrepasar
más hondo la raíz. La alegría del hombre de la estepa está en la misma estepa.
El acre olor del té borboteando sobre la lumbre abierta, se mezcla con el fuerte
olor del ajo y del puerro silvestre. Al acostarse el sol, se va distribuyendo la comida, mientras viejos y jóvenes descansan, bebiendo té alrededor del fuego de nuestro campamento. Así es este mundo mientras los cielos viajan al futuro.

El silencioso mundo frunce labios sin emitir sonido.
La indiferencia humana es la razón.

Cuando pasan los ríos del oriente, los nómadas ancianos mantienen el vigor
de sus violines de testa de caballos con la constelación Hün Tavan Od,
la tierra que absorbía sus vivos corazones, sólidos tal montañas y sus laderas anchas flexionando los arcos con la mano derecha, elevan melodías más allá de la nave del universo nuestro, en donde las estrellas no dejan rastro alguno,
confusas y mezcladas con un millar de pájaros.

La paz que emana del violín de testa de caballo, es un noble sonido que podría
explicar ese atronador ritmo que atraviesa la estepa. Se eleva y salta y se disuelve entero en la tierra y la hierba que vuela suavemente por el mundo
igual que si quisiera completar el cielo constelado.

El cerrar nuestros ojos, es conseguir un mundo natural más allá de la mente más profunda.
Agotados del viaje, es todo un paraíso de los nómadas.

El paisaje captura ese sonido, y como historias que honran las raíces de  hierba y esparto en las colinas, ya lejos del oído, el mundo y sus estirpes se esfuminan en el desierto fiel del corazón.
La melodía no desaparece sino que permanece en la sabiduría de la Naturaleza
y así se modifica como paz, protegida más lejos de ese cambio final del pensamiento.

En el punto invisible de la continuidad, la tersa melodía del violín
abre la puerta al reino de Shambhala.

Ya todo se oscurece en las brumas nocturnas y todo se entenebra
junto al silencio agreste de la estepa que viaja en los senderos más estrechos
de aquel rumbo invisible y de la melodía inaudita. Aún así los cerros más cercanos, devolverán el eco de tu voz como un sonido no escuchado. Créelo:
en algún sitio, alguien te ha de escuchar a través de los siglos.
Muy tarde se levanta la tan longeva luna y oscurece la luz de las estrellas.
Las colinas, tal flores de loto entrelazadas, reposan en mitad de la luz blanca.
Más allá, en la distancia, los caballos relinchan largo y fuerte, y las estrellas captan el sonido remoto de los cielos. Los dos isabelinos dan vueltas en semicírculos, mientras la luna eleva a la estrella Polar con su ronzal celeste.
Éste es el más antiguo canon del nomadismo. En la hondura nocturna,
El campamento nómada está en total silencio. Höhdei Mergen conduce los astros desde el Este junto a millares de planetas. El mundo está en silencio
y empieza a amanecer.
Dentro de algún instante, un niño que dormía en su cuna de alforjas asumirá el mando de su abuelo al frente de los nómadas. De forma silenciosa despertó el sanar del violín de testa de caballo, que allí permaneciera protegido entre mudos y vastos pensamientos, trayendo la atención de las generaciones del futuro.
En los tiempos remotos los nómadas cambiaban de lugar con frecuencia y este perenne movimiento fiel e ininterrumpido, continuará en los tiempos que vendrán, y nosotros, vecinos del planeta, hemos de valorar esa riqueza pródiga
de encarnaciones múltiples. Y habremos de escribir sobre muchas cuestiones
y habremos de plasmarlas en los libros.

Nuestros cálidos versos en acciones cuantiosas
se van encaminando hacia nuestro futuro en un carro de cuentos.

traducido por Justo Jorge Padrón
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